viernes, 12 de diciembre de 2014

El péndulo

- Escuche mi voz. No me separaré de usted en ningún momento – susurró moviendo ligeramente el péndulo de un lado a otro provocando que me adormeciera.

     Era mi última esperanza. Los trastornos de mi carácter debían haber encontrado ahí su fin. No era religioso y no estaba dispuesto a un ridículo exorcismo. Cuando el aire dejo caer en mis manos la propaganda de la consulta de la señorita Brooks creí que era mi salvación.

- Melvin, relájese y cuénteme que está viendo – susurró la doctora Jane Brooks obligándome a abrir los ojos.

     Aquella visión era un desierto de piedras. El cielo era completamente grisáceo y carente de sol. Caminé descalzo por lo que en aquel lugar me parecieron horas.

- Escuche mi voz. Estoy a su lado. Haga exactamente lo que yo le diga. Debemos accionar los resortes correctos. ¿Qué es lo que ve Melvin? – resonó por todo el cielo la dulce voz de Jane.

  Miré a mi alrededor y vi un pequeño resplandor a no más de quince metros de mí. Me acerqué. Un hombre estaba sentado en un diván sonriéndome. Se levantó y me ofreció el asiento mientras servía dos tazas de té. Por supuesto se lo dije a la doctora.

- ¿Cómo es ese hombre? ¿Cómo es? – me preguntó con insistencia Jane.

     No supe describírselo con exactitud. Era un hombre común de unos cuarenta años de edad. Moreno y de complexión atlética. Seguro que era inglés por su atuendo y por el té. Le dije que era apuesto y amable.

- Si le ofrece asiento, hágalo. Túmbese en ese diván Melvin – me aconsejó.

      La obedecí sin dudarlo. Estaba a nada de conseguir quizás mi respuesta y poder vivir en paz.

        Me tumbé. Él educadamente retiró de mis manos la tacita. Se sentó a mi lado. Sacó un péndulo de su chaleco y lo movió frente a mis ojos tal y como lo había hecho Jane antes.

- Querido Melvin. Soy el doctor Paul Hamilton. Escuche el sonido de mi voz. No me separaré de usted en ningún momento - me dijo. Confié plenamente en él de la misma forma que había confiado en la doctora Brooks.

        Desperté en el mismo diván del mismo desierto de piedras pero allí ya no estaba Paul. Sobre mí, en el cielo, comenzaron a pasar nubes a muchísima velocidad y se escuchaban entre ellas las carcajadas de Jane retumbando en cada una de las malditas rocas.

- ¡Doctora! Despiérteme por favor. Quiero salir de aquí ya. ¡Ayúdeme! - grité al cielo esperando angustiado una respuesta.

       Estaba desesperado. Ella no me oía pero yo a ella sí. Se entremezcló una voz más en todo aquel caos. Vi una luz en el horizonte y allí estaba Paul caminando. Corrí detrás de él pero en vano. La luz desapareció y el doctor con ella. El desierto se transformó en oscuridad y lo único que quedó fue este diván en mitad de la nada y puedo ver el reflejo de sus caras en las veloces nubes.

- Gracias querida. Siempre fue mi alumna más aventajada, ¿puedo invitarla a un té, señorita Jane Brooks?- dijo el doctor Hamilton con su cortés tono de voz tomándo la mano de la doctora.

- Por suspuesto mi querido Paul. Discúlpeme Melvin, no fue nada personal. Sólo necesitaba su cuerpo - respondió con una sonrisa mientras abrazaba mi cuerpo ya poseído por Paul Hamilton.


22 comentarios:

  1. Saludos Ana Lía. Interesante tu relato. Pobrecito Melvin, esos doctores muy malos se aprovecharon de él, no fueron su salvación sino su fin .-(. Éxitos!

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    1. Pobrecito sí, es que no te puedes fiar ni de los profesionales en estos tiempos. Muchas gracias Mery, un abrazo

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  2. Estos relatos sí que me dan miedo, atrapado en lo inmaterial por manipulación mental, me produce desasosiego.

    Me atrapó desde el principio tu relato. Un abrazo.

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    1. Muchísimas gracias Bardo. Siento haberte dado miedo pero es por sí vas a un lugar así, nunca sabemos lo que puede ocurrir. Un besote

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  3. Vaya historia. Será porque me gusta el género pero me ha parecido buenísimo. He tenido que leer dos veces el final para entender bien lo que pasaba. Muy bien narrado y muy original. Grande Ana Lía!

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    1. Muchas gracias Santi. Me cuesta mucho tu género pero sigo insistiendo. Un besote

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  4. Comparto el cuento, me ha parecido extraordinario, por su frescura, agilidad y buen relato.

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    1. Hola Ildefonso. Muchísimas gracias por tu comentario y por compartir. Un abrazo

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  5. Muy bueno, realmente inquientante, escribes muy bien. Un abrazo

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  6. +Ana Lia.
    Me ha encantado.
    ¡¡Que pesadilla la de tu personaje!!
    Por querer resolver su mal y confiar, quedó peor que como había llegado.
    El final increíble.
    Me ha encantado y sorprendido.
    Un gran abrazo y mis mejores deseos.

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    1. Muchas gracias Lucía. Está visto que no se puede ir confiando así a la ligera. jeje. Un abrazo

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  7. Vaya conejo que te has sacado de la chistera, Ana. Un relato que es como una matrioska, para finalmente sacar la muñeca de la locura. Como decimos los madrileños, un relato fetén. Un besotote

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    1. Muchísimas gracias Fer. Sí que es algo locura. A mí me da mucho miedo la hipnosis y las anestesias....es que no me dan ni una pizca de confianza. Un besototototote poeta

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  8. muy logrado, la imagen de las nubes y las risas de fondo es realmente inquietante

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    1. Muchas gracias Paola. Un placer tu comentario. Me alegro de haberte inquietado. Un abrazo

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  9. Un relato impresionante que le da un toque de originalidad al tema de las posesiones, y tan bien narrado que te hipnotiza. Un saludo, Ana.

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    1. Gracias Ricardo. Me alegro que te haya gustado, sigo puliendo.... Un abrazo

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  10. Te he dicho ya que me das miedo? ;D
    Realmente un relato que asusta pero arrancauna media sonrisa de sorpresa y admiración. Me encantó.

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    1. Gracias Miguel Ángel. No quise asustarte, lo prometo. Si te saqué una sonrisilla me quedo satisfecha. Un abrazote

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  11. Terrorífico que esto pueda ser real, y que algunxs puedan pagar para volver en el cuerpo de otrx.

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    1. Ufff!!! Ya, como las anestesias. No manches!!! Toquemos madera. Muchas gracias Luciano. Un abrazo

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